Esta tarde se nos fue Ramón Freire. Muchos amigos que me llamaron lo hicieron extrañados porque no conocían la gravedad de Ramón; pero es que él siempre andaba con la sonrisa puesta y, así, era muy difícil presentirle la dolencia. Al final, se ha querido marchar con un cierto recato, aprovechando todo este jaleo del puñetero coronavirus, para evitarse las colas interminables que se habrían formado en Santa Cruz. Un acto de caballerosidad para con su amada Pilar y sus hijos: un gesto inequívoco de nobleza para evitarles el amargo trago de las circunstancias. Las cosas de Ramón: todo un señor sin necesidad de empeñarse. El “Marqués de Santo Domingo” de nuestras tertulias, mi Hermano Ramón en los buenos y malos ratos; en toda esta pasión por nuestras cosas.
Alguien me dijo alguna vez que, al actuar como “erudito”, no usaba la metodología científica en sus escritos. Yo repliqué que Ramón suplía ese academicismo con su continuo afán por saber y mejorar, desde la honestidad, la humildad y la generosidad, con la que se entregaba a su pasión. A fin de cuentas, la credibilidad debe ser patrimonio de la Verdad y de la Objetividad… y ninguna de las dos se cuelgan en las paredes.
El Movimiento Cultural, tan implantado en Écija, ha querido siempre –como uno de sus objetivos prioritarios- rescatar del olvido, recuperar y reconocer a todos aquellos ecijanos -de nacimiento o de adopción- que, con su esfuerzo, con su obra, hicieron posible este largo Puente que es la Historia nuestra, por el que transita la común Identidad que poseemos y que viene a unir el Pasado que tuvimos (lleno de claroscuros y de cosas entrañables) con el Futuro que queremos y que debemos construir entre todos.
Es nuestra Historia. La única que tenemos. La que nos hace ser exactamente lo que somos. La que fue escrita entre todos y de la que, si podemos sentirnos orgullosos, es porque algunos -como mi Hermano Ramón- supieron darle lo mejor que tenían.
Es bueno que seamos justos y que reconozcamos y recordemos a los mejores. Es bueno que todos compartamos este criterio y seamos corresponsables a la hora de hacer Justicia.
Ramón Freire Gálvez, seguirá siendo siempre “el Marqués de Santo Domingo” porque, en lo más recóndito de su Espíritu -y del nuestro-, continuará latiendo su duende irrepetible y su sangre no azul, que era roja -como la de su Pueblo y la de su Cristo de la Sangre- y que lo hacía mecerse al compás con el palio de su Virgen de los Dolores.
Ramón, este hermano mío que echó los dientes en el Barrio gitano de San Agustín y aprendió de sus padres la mayor de las verdades: que la sangre de todos los hombres tiene idéntico color que la del del Cristo que se nos derrama las tardes de Jueves Santo.
Por eso yo sé que Ramón no se irá. No se puede difuminar un Espíritu tan nuestro, tan compartido. Ese Espíritu suyo de buen ecijanista, que -sin concesión alguna a la escaramuza- sabía fundir el bronce de las campanas con la caló pajolera y se manifestaba en la ocurrencia, con toda la sensibilidad, la sensualidad y la sabiduría mítica y atávica de nuestra tierra. Ese Espíritu tuyo Ramón -con el que tú nos viviste- y que, de alguna forma, nos ha hecho a todos ser más Écija y un poco más Nosotros.