Las utopías son hermosas, por eso los hombres las soñamos. El gran problema surge a la hora de construirlas, porque también son los hombres los encargados de darles forma y, entonces, no hay utopía que resista: todas se desmoronan.
Quizá, la Democracia sea la utopía más deseable. Todo se limita a un ciudadano, un voto. Pero, en la práctica, ¿están todos y cada uno de los ciudadanos, lo suficientemente preparados e informados para saber lo que eligen y poder, así, votar libremente por las distintas opciones? ¿y los votos de los que no creen en los Derechos Humanos o pretenden destruir la Sociedad Democrática? ¿Es realmente justo que un voto valga exactamente igual que otro?… Una Utopía –para serlo- no puede dudarse. Sin embargo, sigo creyendo que, aún con sus defectos, la Democracia no sólo es buena, sino también necesaria… y con Europa me pasa exactamente lo mismo.
La Europa soñada por el Hombre, de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, se topó con los hombres. Intentamos que estos principios fueran compartidos por Pueblos con caracteres tan dispares como el escandinavo, el germano, el latino o el anglosajón,… y es tal el batiburrillo de Unión Europa que hemos montado que, incluso, aunque intentáramos, entre todos, poner en pie –para todos los Estados miembros- las hermosas Utopías de la verdadera Democracia y el Estado de Bienestar con todas sus consecuencias, nuestra propia impedimenta las harían inviables. Por muy quijote que seamos, ciegos tendríamos que estar para no darnos cuenta de que este Gigante, llamado Europa, sólo tiene de común sus intereses… y, créanme si les digo que, ésta, es mala virtud para fomentar fraternidades.
Lo que nació como una hermosa Utopía para los hombres, los hombres la han convertido en un Mercado. Pero, si me aprietan, siempre algo es mejor que nada: aunar esfuerzos –aunque sólo sea para contar ovejas, abreviar el esquileo o, simplemente, abaratar costes-, siempre le resultará beneficioso a una Comunidad Globalizada. Otra cosa es que, cada cual tenga sus propias ovejas y que algunos hasta tengan que aprender a contarlas.
Alexis Tsipras ha querido hacer de Quijote cuando, por desgracia, Don Alonso Quijano –vuelto a la cordura de los números- ya ha vendido hasta la jáquima de Rocinante. Ha llegado un montón de tiempo tarde (algo más de dos siglos por la cuenta de la vieja), tratando de anteponer la Utopía que originó la Comunidad Europea, a la Realidad que se ha ido forjando con los años y el esfuerzo de todos (incluyendo el de los propios griegos); y, a estas alturas, ese intento ya no sólo resulta estéril, sino insolidario con esta Unión Europea que hemos sabido construir, incluso renunciando, en parte, a nuestras propias utopías… Aunque lo que más me jode, es que Tsipras sólo quiera reconocer la Europa de las Ideologías, cuando ya se ha zampado las ovejas del Mercado.