La Democracia que tenemos es una mierda; o, al menos, eso es lo que mucha gente afirma. ¿La culpa?: de los políticos, según dicen. Sin embargo, como tengo la sana costumbre de pensar para llegar a mis propias conclusiones, me pongo a cavilar sobre el asunto:
¿No es la Democracia el Gobierno de los ciudadanos?; pues, si acabó en mierda, ¿no será que los ciudadanos la hemos cagado?
¿No decidimos los ciudadanos con nuestros votos? Pues, entonces, una de tres: o equivocamos el voto o nos están obligando a votar contra nuestra voluntad o no existen opciones válidas para nosotros. Pero también pudiera suceder que no conozcamos esas tendencias, que no nos hayamos informado convenientemente o que, en vez de con la cabeza, estemos votando de oídas, con el buche o al tuntún
Una vez planteada esta reflexión, se me ocurre que, quizá, no es que nuestra Democracia sea una mierda sino, sencillamente, que no hemos sabido aprovecharla y anda convaleciente por la impotencia que sentimos.
El primer síntoma de su enfermedad lo advertí ayer cuando, al finalizar el Debate sobre el Estado de la Nación en el Congreso, los periodistas entrevistaron a los ciudadanos de la calle: hubo algunos que, sin más, pasaron del asunto; otros, ni se habían enterado que se hubiera celebrado el debate; e incluso hubo quien ni siquiera sabía de lo que le estaban preguntando. Es decir, muchos de los ciudadanos que se quejan tanto de lo que nos pasa, pasan olímpicamente de conocer las explicaciones, las posturas y las posibles soluciones, que los políticos que elegimos mantienen sobre los asuntos que afectan a nuestro presente y a nuestro futuro.
El segundo síntoma de esta enfermedad que sufre nuestra Democracia, me pareció hasta aberrante. En nuestro país, un Profesor de Universidad gana, diariamente, unos 100 euros; el Presidente del Gobierno, alrededor de 215 y los ministros -uno por otro-, en torno a los 195. Pues bien, a un tal Kiko Rivera, le paga -¡diariamente!- 7000 euros del ala en un programa de televisión, mientras que una tal Belén Esteban se embolsa 9285 (es decir, casi 387 euros la hora, por los 4 del Profesor de Universidad, casi los 9 del Presidente del Gobierno y los 8 de un ministro)… Les prometo que tuve que consultar unas pocas de veces Internet, para poder creérmelo y, aunque hubo desmentidos y confirmaciones, hasta el momento son las cifras que se barajan y, si no lo fueran, poco variarían.
Pues bien, una vez comprobado esto, digo yo que una de dos: o estamos locos de atar y sin remedio o, desde que aparecieron las tetas de las mamachicho en la televisión, hemos masacrado -delante de la cajatonta– a la mayor parte de las neuronas de un par de generaciones de españoles.
Por tanto, colijo que tanto el cansancio, como el cabreo que ahora padecemos los ciudadanos, pueden ser la lógica consecuencia de nuestra ignorancia inconsciente o nuestra irresponsable dejadez de años.
Por eso, si me permiten un consejo, la próxima vez que consideremos que nuestra Democracia es un asco y queramos hallar a los culpables, empecemos por mirarnos al espejo y, después -en vez de enrabietarnos o echarnos a llorar-, comencemos a ejercer como ciudadanos responsables: abramos con cuidadito –y con toda la educación que nos falta- la bolsita de las caquitas y, con decisión -sin miedo-, recojamos toda esa mierda con la que hemos apestado nuestra Democracia y que no deja de ser la consecuencia directa de los intereses particulares que nos mueven, de la falta de conciencia sobre el Bien Común, y esa ignorancia mancomunada que nos sobra.
Francisco Fernández-Pro