Independientemente de lo que, al final, nuestros políticos hagan o dejen de hacer (que la Historia se lo premie o se lo demande y que a nosotros nos pille confesaos), he de aceptar que me preocupó el argumento de Pedro Sánchez sobre “las derechas con las derechas y las izquierdas con las izquierdas”.
En este país de cainitas, este fue siempre nuestro mayor problema: la idiosincrasia que poseemos de sentirnos distintos, adversarios y excluyentes. “Tú, con los tuyos y no te juntes con ese”; “los niños con los niños y las niñas con las niñas” (con lo bien que se vive arrejuntaitos)…
Por eso, las dos españas irreconciliables, que no supieron entenderse y se dieron de mamporros y sufrieron el calvario de las intransigencias… hasta que, al final, tuvieron que jocicar y sentarse para pegar los trozos de la España entera.
Pero no aprendemos. Por lo que se ve, no queremos darnos cuenta que es mucho mejor reconocer que hay otras españas, que no son la nuestra -que también tienen razones y derechos- y que, por eso, es necesario hacer un ejercicio de verdadera memoria histórica de los disparates que se cometieron y sentarnos a la misma mesa en la que, en su día, supieron sentarse los que pertrecharon los remiendos que nos hacían tanta falta.
Lo dijo ayer el Presidente del COI en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río: “La Unidad es diversidad”. Es lógico, a fin de cuenta, sus naturalezas se implican. Sin embargo, también existe otra unión -aunque frágil y falsa, por impuesta-, que imponen la tiranías y la opresión y las represalias y las cárceles de las derechas y de las izquierdas… Muchos Pueblos lo saben. Los españoles lo sabemos. Por eso yo me quedo con la Unidad que debe construirse desde cada parte de lo diverso: el norte, el sur, el este y el oeste… La que ha de surgir desde el necesario diálogo entre todos, para poder construir el verdadero Bien Común.
Ahora sólo nos queda esperar el milagro de que, en nuestra España, alguien sepa anteponer esta Unidad a sus agravios.