Hoy leí en un artículo de Félix Machuca, que el próximo día 12 de septiembre el PA se enterrará y quedará finiquitado, era algo inevitable. Un día escribí en un artículo “lo peor del andalucismo somos los andalucistas”. La caída era previsible, y solo se demoraba a expensas de un montón de travesías por el desierto y la permanente agonía del que debió ser el referente de nuestro pueblo. El PA se entierra, y nadie debería alegrarse, ni siquiera los que tantas putadas sufrimos militando en sus filas.
En el mismo diario y en el mismo día, Monserrat Carulla –la actriz más pija de la más recalcitrante y xenófoba burguesía catalana- manifestaba su mayor estulticia separatista (o lo que es lo mismo, su más ignorante gilipollez) afirmando que durante los años sesenta Franco mandaba trenes con andaluces a Cataluña para diluirlos. Este tipo de idiotas sin remedio, es el mismo que nunca reconocerá que Cataluña es lo que es gracias a esfuerzo de tantos andaluces –y quien dice andaluces dice extremeños, castellanos…- que se dejaron el pellejo y la vida trabajando para ella en los quehaceres más indeseables. Esta clase de tirano excluyente es el que nunca conocerá ni tendrá presente la auténtica e involuntaria miseria capaz de condenar a todo un pueblo al abandono de los suyos y al exilio de lo propio…
Y en todos estos años, mientras todo esto ocurría, nuestros representantes en Madrid –que siempre fueron mayoría en el Congreso y en el Senado- nunca hablaron por Andalucía. Ahora el PA –cuyos miembros cuando estuvieron fueron los únicos que rompieron este silencio tan injusto como inexplicable- se enterrará definitivamente casi de forma inadvertida para todos los medios, y con él se enterrará también la ilusión y el esfuerzo de tantos y tantos andaluces que un día lucharon por hacernos fuertes, por unirnos, por intentar entre otras cosas, dignificar la memoria y el esfuerzo de todos los que alguna vez tuvieron que coger ese tren del pan para acabar bregando con los exceso y el desprecio de pijos excluyentes y xenófobos patético como la tal Monserrat Carulla.
Es inmensamente triste: entre los andalucistas con nuestras torpeza y el tiempo con sus desvaríos, hemos cometido la mayor injusticia para nuestro pueblo: mantener la ambición de los tiranos a costa de sepultar la esperanza de los débiles.