No es ni por machismo misógino (no me lo permitirían las cinco mujeres de mi casa), ni por oportunismo barato (no me lo permitiría mi humanismo practicante), sino porque siempre trato de pensar los asuntos desde la lógica de la Razón y, después, exponerlos tal cual; ya que, con la misma libertad que pienso lo que pienso, expongo mis conclusiones.
Pienso que el hembrismo, ridículo y radical, que crea tantos agravios comparativos entre hombres y mujeres, alcanzó esta semana el colmo del despropósito en nuestro Congreso de los Diputados cuando, intentando defender lo indefendible, alguien expuso como un Derecho de las mujeres, la capacidad de una niña de 16 años para decidir sobre la vida o la muerte de otro ser humano, sin siquiera tener una breve conversación con sus progenitores. ¡Con dieciséis años!… Es decir: cuando la ética aún anda mojando los pañales.
Pero hay que tener cuidado con estos asuntos, porque este hembrismo bárbaro, excluyente, descerebrado y manipulador, tiene un importante efecto boomerang.
Recuerdo que el progre de Zapatero –ése que nos llevó a los españoles a la ruina económica y política-, no sólo reconocía para las niñas esta capacidad ética, sino también la estética; y en un viaje oficial a los Estados Unidos, por algo tan inocente como un posado fotográfico familiar, resultamos el hazmerreír en los periódicos de medio Mundo
También recuerdo que, sólo hace unos meses –y por pura coherencia en lo que creo-, defendí la inocencia de quien me hizo daño tiempo atrás, en un asunto que me revuelve las tripas: la esperpéntica Ley 1/2004 o de “Violencia de Género”, que se pasa por los forros del Estado de Derecho la presunción de inocencia de cualquier ser humano al que le cuelgue un pene.
Esta Ley, en sus primeros siete años de incordio, provocó más de 800.000 denuncias falsas (¡¡el 79’89 % de los casos denunciados!!). Viendo el estropicio, se le preguntó a su artífice –el Ministro López Aguilar-, qué le parecía esta aberración de Ley que propiciaba tantas denuncias falsas y a la que había criticado el propio Consejo General del Poder Judicial. Él respondió que “era un coste soportable” (¡hasta donde llega la estupidez en la boca de un buscavotos!)
Como ser humano –como ser pensante-, no puedo concebir que sea un coste soportable, que cualquier inocente –por el hecho de ser hombre- pueda ser señalado como un maltratador y tratado como un delincuente, sin haber sido ni juzgado siquiera ¿Será un coste soportable para aquel al que le niegan su presunción de inocencia?, ¿para el que queda señalado por todos?, ¿para el que, por una mentira en cuarentena, pierde la confianza de su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo o la gente que lo ve pasar por la calle?
Más, como nadie está libre de calumnia y a él también le cuelga el apéndice, ahora le ha tocado la china a López Aguilar, el tontolaba que promulgó este bodrio anticonstitucional.
Sólo espero que le sea leve, se aplique al cuento y, con la dignidad que le ha negado a los demás, sepa soportar el coste.
Lo dicho: cuestión de boomerang.