La Virtud tiene razones que no entienden las leyes de los hombres. Las Utopías sólo existen porque no dejan de serlo y, porque son hermosas, los quijotes luchamos por ellas. Por eso, en este intenso fragor que -desde todos los frentes- nos sorprende y nos confunde, con los argumentos y las réplicas que debaten sobre la responsabilidad que nos concierne en este dilema del ser o no ser, de lo que debe costarnos salvar la dignidad o lo que vale en realidad la Vida de un ser humano, no dejo de pensar que siempre deberíamos decantarnos por las razones de la Virtud y no de las leyes que los hombres escribieron y que les fueron dictadas por los intereses de los estómagos y las faltriqueras.
Soy activista de una Utopía que me obliga a darle a la dignidad de un solo Hombre, el mismo valor que al de todos los hombres juntos; y quisiera actuar como este humanista que deseo ser;… y, si me aprietan, también como cristiano activo y coherente, porque este Humanismo (y eso lo deberíamos saber todos los que nos proclamamos cristianos) no puede considerarse sin Cristo. Por eso, ante tanta barbarie, ante los cálculos matemáticos de los economistas sin corazón y los intereses espurios de las naciones, me quedaré siempre con los pilares que elegí para mi Vida: “Bienaventurados los que lloran, los pacíficos, los mansos, los que tienen hambre y sed de Justicia, los perseguidos, los misericordiosos,… Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis, fui forastero y me recibísties… Haced con los demás, lo que quisierais que los demás hicieran por vosotros”
Me quedo con la Utopía de esta Virtud tan necesaria, que unos llaman Caridad y otros Solidaridad (¡qué más da!…). Es la Utopía que nace en el corazón de los hombres que no tienen miedo a darse ni a dar y mantienen la lanza en ristre a favor de la Justicia y contra toda maldad, por muy lógica que parezca.
El Hombre es el Hombre y yo me debo a su Dignidad. Lo demás, es la locura de los gigantes sin alma.