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    Francisco Fernández-Pro: Letras breves… Educación pública o concertada: premisas para una dictadura

    Después de la decisión del gobierno Sánchez-Iglesias de subvencionar con ayudas exclusivamente a la Educación Pública ignorando a la Concertada, hay quien ha puesto el grito en el cielo como si fuese algo escandaloso. Sin embargo y, aunque en efecto podamos considerarlo un escándalo -teniendo en cuenta que la Educación Concertada supone casi un 30% en España, con dos millones de alumnos afectados y que el dinero que se niega es el de todos los contribuyentes-, no comprendo la sorpresa, cuando esta maniobra se veía venir más pronto que tarde.

    Lo del varapalo a la Educación Concertada estaba cantado porque, aunque seamos mayoría los que deseamos la coexistencia de ésta con la Pública, esta gente sabe la importancia que puede tener la libertad de enseñanza en una Sociedad libre y lo que puede suponer controlar esta parcela. Iba a ocurrir en la primera oportunidad que se les presentara. De hecho, hace sólo hace tres días recordaba “Los Oclócratas”, un artículo que escribí en el que decía: “… lo que más le interesa a los políticos demagogos (pues es su arma más efectiva) es la ignorancia de los ciudadanos, no el Bien Común. Su objetivo es conseguir y mantener un poder personal o de grupo. El instrumento que utilizan, es la demagogia aplicada sobre las emociones irracionales; y eso se consigue provocando la reacción del instinto, que es una reacción inmediata, visceral, que responde ante los discursos imbuidos en discriminaciones y agravios o que fomentan los fanatismos, los miedos y las perspectivas de utopías inalcanzables… Lógicamente, para conseguir todo esto se necesita monopolizar y controlar la Educación y los medios de Comunicación.”  Y esto es, precisamente, lo que está sucediendo delante de nuestras narices, aunque siempre hay sectarios que, guiados por el clientelismo o los hilos de los títeres, no sólo practican la ceguera voluntaria y bochornosa sino que, además, patalean en los feisbú y en los guasá, negando lo evidente y, ya de paso, insultando al mensajero que avisa del estrago.

    Dicho esto, prefiero curarme en salud y, para que nadie pueda tildar mis letras de partidistas o tendenciosas, avalo los argumentos de mi reflexión, remitiéndome a las que hicieron otros absolutamente libres de toda sospecha.  

    Si partimos del problema actual, que es la situación económica en que el confinamiento por el coronavirus, ha provocado en el Sistema Educativo y las ayudas que -con dinero de todos los contribuyentes- concederá el Estado exclusivamente a los centros públicos, habría que recordarle la magnífica reflexión que realizó el genial Benjamín Franklin: “Una inversión en conocimiento paga el mejor interés”.

    No obstante, me temo que no es el problema económico el que tratamos, sino ese otro al que me refería cuando escribí los “Oclócratas”: la necesidad que tienen nuestros gobernantes actuales de controlar la ignorancia del Pueblo. Sobre este particular también existen infinitas reflexiones, pero yo me quedo con dos que siempre me inspiraron; la primera de ellas -contundente-, la de la antropóloga estadounidense Margaret Mead: “Los niños tienen que ser enseñados sobre cómo pensar, no qué pensar”. La segunda -de una profundidad abisal-, la del filósofo holandés de origen sefardí, Baruch Spinoza que, ya en el siglo XVII, sentenció: “La actividad más alta que un ser humano puede alcanzar es aprender para entender por qué el entendimiento es ser libre”. En esto consiste toda la cuestión que tratamos: en la necesidad de instruirse para conocer y en el derecho de poder conocer en libertad para, con posterioridad, tener la opción de elegir libremente. Esta es la única forma de hacer buena la afirmación de mi admirado Nelson Mandela: “La Educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el Mundo”.

    Sin embargo y, por curarme en salud, no quiero dejar mis argumentos sólo en manos de dos estadounidenses, un holandés y un sudafricano, pues -visto lo visto- puede haber alguien que hasta los considere -como a mí- sospechosos de fascismo. Por tanto, me remito para finalizar a uno de los más grandes poetas y filósofos de la Historia, Friedrich Hölderlin, símbolo del Pensamiento alemán del siglo XIX y contemporáneo admirado por pensadores y poetas como Schiller, Neuffer (con el que fundó la “Liga de los Poetas”), Schelling y hasta el mismísimo Hegel (¡atención a este dato!)

    Las principales influencias de Hölderlin, fueron Kant, Rousseau, la Revolución francesa y la Grecia Clásica elaborando, precisamente con el apoyo de Hegel y Schelling, un importantísimo texto en 1795, que titularon “El más antiguo programa de sistema del idealismo alemán” y en el que puede leerse, respecto a la relación entre los hombres y el Estado: “Sólo lo que es objeto de la libertad, se llama Idea. ¡Tenemos que ir más allá del Estado! Pues todo Estado tiene que tratar a hombres libres como engranaje mecánico; y esto no debe hacerlo; por lo tanto, debe cesar”

    Más tarde, en su “Hiperión”, Hölderlin escribiría: “No sabe cuánto peca el que quiere hacer del Estado una escuela de costumbres. Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno”. Sorprendentemente y en contraposición a esta declaración recordemos, sin embargo, la posterior influencia de Hegel en el Marxismo -referente de los socios de gobierno de Pedro Sánchez- y que, en la práctica, tanto estataliza al Hombre.

    Lógicamente, Hölderlin (considerado el mayor genio y referente del Pensamiento alemán del siglo XIX) y Hegel (uno de los pilares del Marxismo) acabaron distanciándose y rompiendo definitivamente su relación  

    Todo esto, para concluir que un gobierno no debe adoctrinar a los ciudadanos ni dirigir su Educación. El ciudadano libre no puede ni debe recibir consignas exclusivas de los sectores y facciones que, en cada momento, gobiernen un Estado. El adoctrinamiento no enseña a pensar sino a obedecer y, por tanto, la Educación en una Democracia debe ser lo más plural posible y la Red Educativa de Enseñanza debe garantizar el acceso libre de todos los ciudadanos a las opciones que ellos -o sus tutores legales- deseen elegir. Intentar lo contrario de cualquier manera, no sólo pone en evidencia las intenciones de quien lo pretende sino que supone, sin lugar a dudas, el primer paso al Totalitarismo… y, no porque yo lo diga, sino porque lo dejaron por escrito los mayores genios del Pensamiento.

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