Durante el disfrute del retiro estival y la posibilidad de reflexionar en la bucólica paz del silencio campestre, he llegado a la conclusión –creo que muy generalizada- de de que, una de dos: o los españoles no aprendemos o es que la idiotez la hemos convertido en Patrimonio Nacional… aunque, sin duda, mi visión está influida por el hecho de haber militado durante años en un partido político, para salir escopeteado, harto ya de tanta incongruencia.
Siempre mantuve que un Partido Político sólo es un instrumento para conseguir el objetivo del Bien Común. Es un gravísimo error confundirlo con la meta.
Lo mismo pasa con la militancia en un partido: es un acto de servicio a una Idea, a un modelo de Sociedad en el que creemos y no podemos convertirla en un puesto de trabajo, ni en la pertenencia a un grupo con la única perspectiva de medrar o intentar joder al del partido de enfrente.
En cuanto a la Acción Política, debe ser libre, responsable, sensata y leal -siempre que se pueda, según las normas del grupo político- pero, llegado el momento, la propia coherencia y el interés superior del Bien Común, debe prevalecer sobre la voluntad de cualquier líder desnortado.
También aprendí, durante mis años en la Política, que siempre gobierna la mayoría. No importan los gobiernos, sino las mayorías de votos. Hoy por hoy, la Oposición mayoritaria de nuestro Congreso –el Poder Legislativo-, puede dirigir perfectamente la acción política –Poder Ejecutivo- de un gobierno en minoría. Rajoy lo sabe y, por eso, se ha desabrochado el cinturón. Ciudadanos lo sabe y lo lleva diciendo desde las últimas elecciones. Pedro Sánchez lo sabe, pero le pueden más su egolatría y sus fobias, sin darse cuenta de que España –el Bien Común- debe estar por encima de su propio Yo y de un PSOE que, más que liderar, está violentando en sus principios y desde sus cimientos.
Oteando esta agonía estúpida, los buitres sobrevuelan husmeando la carroña. Los independentistas chulean a un Estado descabezado y débil. Llevan meses alimentándose de las incongruencias de Sánchez.
Hay algo que se llama Sentido de Estado: lo tiene el que, como dijimos, usa su partido como instrumento necesario para ejercer la acción política en servicio al Bien Común; ese Sentido de Estado sirve para construir. Sin embargo, quien no lo posee, es fácil que anteponga un montón de intereses bastardos al objetivo que debiera conducir al político coherente provocando, al final, división y desmembramiento: destruyendo el Bien Común.
El que quiera entender que entienda. Personalmente, creo que la caló de este verano le ha fundido los plomos a más de uno.