Quemados. Morían quemados sin hacer nada. Sin reaccionar. Sólo rezaban. El visionado del video sobre lo sufrido por los cristianos en Costa de Marfil, me dejó una profunda huella en el alma y me hizo reflexionar sobre el compromiso de ser cristiano.
Estos que, en tantas partes del Mundo, son salvajemente asesinados mientras rezan, son cristianos mártires, como aquellos otros que sólo teníamos que adivinar cuando, la ficción de la Metro o de la Paramount, nos los recordaban en las películas de la matiné. Pero ellos son realidad y es verdad que son quemados vivos, mientras responden a sus verdugos rezando.
Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no retirar la mirada, pero recordé las Bienaventuranzas evangélicas: bienaventurados los mansos, los que lloran, los que padecen hambre y sed de Justicia, los pacíficos, los perseguidos en nombre de Jesús… y, con ellas, otras dos que decían: bienaventurados los misericordiosos (no podemos retirar nuestra mirada); bienaventurados los limpios de corazón (hemos de abrirlo de par en par e invadir el pensamiento con lo que vemos)… y, por eso, no tuve otro remedio, ni otro deseo, que reflexionar sobre nuestro compromiso cristiano.
¡Qué fácil lo tenemos!… ¡Qué fácil resulta ser cristiano en este mundo de cristianos!… Sin embargo, según la Sociedad Internacional para los Derechos Humanos, el 80% de todos los actos de discriminación religiosa que se producen en Mundo, lo son contra los cristianos. Las estadísticas declaran que, cada hora, son asesinados 11 cristianos por causa de su fe. En Siria, Kenia, Pakistán, Irak, en la India (sobre todo, en el Estado de Orissa), en Birmania, Nigeria, en Corea del Norte (donde los cristianos se niegan a rendir culto al Fundador Kim Il Sung, porque tienen un solo Dios al que adorar)… y, así -según los datos de Pewn Forum- hasta en 139 países, durante los años 2006 a 2010 (cuando, todavía, ni se hablaba del Estado Islámico).
Mientras, nosotros –los cristianos de este mundo de cristianos-, ignoramos tanto sufrimiento, miramos hacia otro parte o ni siquiera nos enteramos de lo que pasa, porque andamos demasiado ocupados golpeándonos el pecho, cumpliendo con el óbolo y la vigilia para poder, así, hablar de nuestros sacrificios desde los mejores bancos del templo (esos, que caen, justo, al lado del ventilador). Nosotros, los bautizados entre el jolgorio y el postín; los cristianos de las comuniones opulentas. Cristianos que gastamos el triple del diezmo en vinos de reserva y jamón del bueno, que ansiamos el privilegio absurdo o el reconocimiento público por lo mínimo que hacemos… y también, ¿por qué no?, esos otros -pocos e indeseables (no me sale “cristianos”)- que, travestidos de sotana –irresponsables, desalmados y mamones-, hacen el daño de las alimañas y el de los pendejos que dan cuartos al pregonero, para que el pregonero disfrute y nos olvidemos todos de los que se mueren tan lejos.
Hoy creo, firmemente, que si este Diciembre vuelve a nacer Jesús entre los hombres, es sólo porque todos estos santos -todos estos hermanos nuestros-, con sus muertes, con su verdadero valor de Cristo, con su ejemplo de Fe, con sus heroicos testimonios, con sus sacrificios, nos redimen a todos los demás de tanta banalidad y de tanta hipocresía
Yo invito a todo el mundo a hacer esta reflexión, porque el próximo día 24, Cristo nacerá para todo el Mundo y, entre villancicos, belenes y alumbrados led, diremos que ha nacido el Amor. Sin embargo, en nuestro Planeta, hay lugares donde existe tanto odio, que el Amor es más cierto que en ninguna parte; porque, en esos lugares, el Amor no sólo es que nace entre la gente, sino que entre la gente habita y crece, y la gente –día tras día- lucha, lo conquista, lo vive y hasta muere, realmente, por Él.
Francisco Fernández-Pro