En España, el oficio de pensar nos está resultando demasiado arriesgado; o quizá sea que nos vamos haciendo viejos y la sesera no da para tantos trotes. El caso es que llevo un par de semanas exprimiéndome las neuronas, por llegar a comprender una miajilla de lo que nos está pasando y me temo mucho que los axones y las dendritas se me han gripado por sobrecalentamiento (y es que hay cosas que cortocircuitan al más pintao)
Mientras cavilaba tratando de entender los infantiles y cerriles desafueros de los políticos -de todo pelaje- por conseguir las papucias del Poder y los bandazos que andan dando los de la Memoria Histórica –cuyos desatinos, merecerían una antología de la cogorza-, nuestra Televisión Pública Nacional designa, como representante de todos los españoles en el Festival de Eurovisión, a una chavalita de Madrid que se emperra en cantar sólo en inglés. Supongo yo que, ya puestos a institucionalizar el disparate, la cosa será para celebrar el IV Centenario de la muerte de Don Miguel de Cervantes y Saavedra, el más insigne escritor de todos los tiempos en Lengua española (que es la nuestra, por mucho que digan los “llanitos”)
La verdad es que, llegado a este punto, ya no estoy seguro si España seguirá siendo el país de esos pícaros que solían reunirse en el patio de Monipodio –y que tan bien retrató Don Miguel-, o ese otro de charanga y pandereta que nos descubrió el hermano de Don Manuel; de lo que sí estoy seguro es de que, cada día que pasa, se parece más al paraíso ideal de los idiotas integrales y al temible infierno de las neuronas pasmadas.