Señora o señorita Anna Gabriel:
Le confieso que llevo algún tiempo viéndola desbarrar una y otra y otra vez con la sinrazón de los extremistas, los dogmas de los fanáticos, las consignas del catón de Marx y esos aires de suficiencia con el que las rancias izquierdas se movilizan, proclamando una infalibilidad por la que -no sé qué ley, ni qué lógica- se conceden en exclusiva la legitimidad. Así, sólo ustedes están legitimados, sólo ustedes hablan por el Pueblo, sólo sus actos son justos y sólo su sistema político puede alcanzar la utopía de la Bondad Universal.
Pienso yo que será por eso que ustedes se consideran, no sólo la Voz genuina de todos los Pueblos sino los salvapatrias de todas las patrias, los iluminatis del sagrado progreso, los únicos y posibles garantes de la igualdad y de la fraternidad entre los hombres;… y esto es, porque sus dones les otorgan la gracia plena, una suprema sabiduría que debe prevalecer –incluso- sobre las leyes que nos rigen como Comunidad y que otros (menos iluminados, pero más votados) consensuaron y redactaron alguna vez en nombre de todos cuando, aún, ni siquiera habían nacido la mayoría de ustedes.
Sepa usted que siempre procuro dos cosas: defender el derecho de todo el mundo a expresar y defender sus ideas en libertad -aunque esas ideas pudieran resultarme abominables- y evitar el diálogo inútil con los fanáticos. Sin embargo, en esta ocasión me salto la regla y me permito replicarle, porque le confieso que me ha tocado usted la fibra sensible y ni puedo callarme, ni debo, ni me da la gana.
Señora o señorita Anna Gabriel, como miembra diputada de la CUP (y lo expreso así para evitar posibles tiquismiquis de machismos o misandrias), este pasado miércoles expuso la idea de “formar parte de un grupo de personas que decidiesen tener hijos e hijas en común”, aclarando que el objetivo de esta comuna tribal, no sería procrearlos, sino educarlos evitando los efectos perniciosos de las influencias paternas. Es decir: aleccionarlos.
Argumenta que hay muchas otras culturas en el mundo con el modelo familiar de la tribu que así lo hacen y, la verdad, es que incluso podemos verlos en los documentales de Miguel de la Cuadra y Frank de la Jungla pero, la verdad, es que –por mucho que diga usted que esto es algo progresista- en los tiempos que corren, no me veo yo con el taparrabos y la lanza cazando monos.
Seguidamente insiste en su propuesta afirmando al respecto: «La concepción es que quién educa es la tribu. Son tan hijos tuyos los hijos o hijas que has tenido tú como los que ha tenido el resto«… Señora o señorita miembra de la CUP, eso no se lo cree ni usted. Yo, por lo menos -que he criado a cinco-, no quiero más niños ni en pintura (y eso que mis hijos han sido, son y serán siempre, lo más importante de mi vida)
Sigue usted argumentando que, “de esta forma, no hay sentimiento de pertenencia hacia el hijo biológico ya que éste empobrece el actual modelo de familia”… Le prometo que lo he tenido que leer unas pocas de veces para asegurarme. ¡¡¿Qué el sentimiento de pertenencia hacia el hijo biológico empobrece el modelo de familia?!!… Una de dos, señora mía: o usted nació en una probeta y es madre contra natura o, sencillamente, es que es tonta patológica; y, como sé de su ascendencia onubense (que esa es otra: todavía no me explico por qué la mayoría de los independentistas catalanes son andaluces), tendré que suponer que anda usted un poco extraviada.
Más, para colmo del dislate, concluye usted: “El modelo que tenemos me parece pobre y me parece que enriquece muy poco, pero este modelo tiende a convertir las personas que tienen niños y niñas en muy conservadoras«. Lo dicho: tonta patológica.
Señora o señorita Anna Gabriel, individua miembra de la CUP, con esta afirmación deja usted clarísimo su objetivo aleccionador-manipulador de los infantes. Sepa usted que en cualquier diccionario encontrará que el término FAMILIA se encuentra asociado directamente con los de descendientes, ascendientes, clan, prole, estirpe, linaje, cepa, grupo, tronco, conjunto, dinastía, especie, intimidad, sangre, sociedad, solar,... Pues bien, todos estos términos son “conservadores”, no porque sean de Franco (entérese), sino porque implican la preservación de unas raíces comunes, de una cultura, de unos principios y de una misma forma de entender la vida y de afrontarla.
Señora o señorita Anna, quizá esta percepción extraviada suya, que comparte, conserva y hereda, es el síntoma más alarmante del gran problema al que se enfrenta la CUP, una tribu –la suya- que, con tanta facilidad, confunde a los conservadores con los fascistas, lo público con lo propio y a todos los que piensan distinto con el enemigo.