Melchor, Gaspar, Baltasar,
que llegáis de lo Divino,
humildemente os informo,
en estas letras que escribo,
que el año pasado dije
-en unos versos escritos-
que el Hombre mide su senda
guiándose por los ritos,
marcando hasta dónde llega,
amojonando su Sino
con los hechos de la Vida
que se convierten en hitos
y, por eso, tiene fechas
que le marcan el Camino.
Semanas, meses y años
van pasando en lo vivido
y así pasa nuestra Vida
a pesar de que seguimos
siendo los mismos de siempre,
viviendo siempre lo mismo…
Es como empezar de nuevo
otra etapa del Destino,
no habiéndola iniciado nunca
sino habiéndola seguido;
y, por eso, yo brindaba
por un año presentido.
Pero el año vino aciago
-distinto a lo conocido-
y su pulso arrebató
a muchos que bien quisimos,
aunque nos hizo más fuertes
al no darnos por vencidos.
Esta noche, desde Oriente,
vendréis haciendo Camino
al corazón de los hombres
que quieren sentirse niños…
y hallaréis a niños grandes
que, con alma de chiquillos,
conservan las ilusiones
que nunca los han rendido.
Por eso os pido por ellos:
porque siempre os adivino,
cargaditos de ilusión…
y es ilusión lo que os pido.
Acoged a los que fueron
y se fueron, peregrinos
buscando la Estrella hermosa
que os sirve de guía divino
(ese ser Alma de Hombre,
por encima de los virus
y los males y la muerte
que en este año vivimos)
Os pido, Reyes de Oriente,
cuando venís de camino,
por los hombres que os aguardan
y los hombres que se han ido:
devolvedle a todos ellos
sus ilusiones de niños.