Como, llegadas estas fechas, todos los años reinventamos el Amor o pensamos que el Amor nace o nos acordamos un poco más de lo que el Amor nos trae o nos debería obligar para con los demás (aunque el Amor, en verdad, nunca nos obliga), no dejo de pensar –todos los años- en las mismas cosas, ni dejo de sentir el impulso de expresar idénticos deseos; a fin de cuentas, yo sigo siendo el mismo y mi concepto del Amor y de la Amistad, de la Solidaridad, de la coherencia y de la Justicia, son los mismos conceptos que mantengo y por los que escribo mis palabras. Por eso, permítanme un año más, como el año pasado y, como el año que vendrá –si es que viene para mí…- aprovechar este espacio de hoy, para desearles este montón de cosas:
Les deseo que la Vida les ponga por delante los obstáculos indispensables para que tomen conciencia del valor que tiene el trabajo bien hecho y la alegría que proporciona la meta conseguida con el esfuerzo; y también les deseo que sientan el dolor mínimamente indispensable, para que puedan calibrar el verdadero valor de la alegría y de la felicidad, así como la fuerza necesaria para soportar ese dolor y el Amor suficiente para compartirlo.
Les deseo que sufran alguna vez las ausencias imprescindibles, para que aprendan a valorar lo que tienen a su lado, en su casa, en su entorno; y que, todos los días, sepan renovar el espíritu con el que contemplan a los seres que tienen cerca.
Les deseo que la Vida les procure la soledad y las dificultades suficientes, como para que puedan apreciar mejor el verdadero sentido y el valor de la solidaridad y del compañerismo.
Les deseo que en sus vidas coincidan con gente valiente que les hablen de frente, mirándole a los ojos, que sepan criticarles con justicia y que incluso, de vez en cuando, puedan arrebatarles sus argumentos, para que así puedan hallar y comprender el valor que tiene la humildad y asimilen el único hecho cierto: y es que todos podemos equivocarnos.
Les deseo que la Vida no les conceda fácilmente los grandes objetivos que sueñan, porque así tendrán la necesidad de hallar en cada instante -por muy pequeño o por muy insignificante que les parezca-, el auténtico valor que posee la aventura de estar vivo y de poder luchar por un sueño.
Les deseo, en fin, que sus Vida tengan los claroscuros precisos, las sombras necesarias para que puedan apreciar el valor de la luz; pues la lección más importante que me enseñaron mis días, fue que la mejor forma de conseguir la felicidad, es aprendiendo a vivir con la dignidad del Hombre que, cargando con su imperfecta humanidad a cuestas, halla en cualquier circunstancia, la forma de construir -desde el Amor, la Amistad, la Razón y la Justicia- la alegría y la esperanza de los demás y con los demás.
Feliz Navidad… y muchos y venturosos años por venir.
Francisco Fernández-Pro