Hace apenas un año que Zack Snyder nos trajo a la gran pantalla este duelo de titanes para regocijo de unos y cabreo de otros. Polémicas aparte, la película narra el duelo de dos de los personajes más conocidos del mundo del cómic en una batalla de épicas proporciones.
Pero la cinta de Zack Snyder me inspira muchas más cosas, además de ganas de darle a los montadores un par de clases de edición. Y es que el metraje aborda, desde el punto de vista superheroico temas muy universales.
En una sociedad en la que se fomenta el enfrentamiento contra los que no opinan como tú, me viene muy al pelo esta batalla entre un héroe luminoso y otro oscuro, a pesar de que ambos están, sin saberlo, llenos de grises.
No puedo evitar ver paralelismos en las polémicas surgidas en los últimos tiempos por parte de colectivos que se dedican a atacar a los que no piensan como ellos, viniendo del lado que vengan. Parece que la sociedad está abocada a dividirse en dos bandos, igual que en la película de Snyder y mucho me temo que, también igual que en la cinta, todo este enfrentamiento esté supeditado a un plan aún mayor de poderes en la sombra.
Supermán representa en la historia lo que no podemos entender, una suerte de entidad que el mundo no comprende, pero que está entre nosotros y que, a pesar de que se empeña en ayudar e integrarse entre nosotros, la gente teme por ser diferente, por ser distinto. En su afán por encajar deja mucho daño por el camino, un daño involuntario que, sin embargo es incapaz de gestionar correctamente.
Batman es, sin embargo una entidad al margen de la ley, una a la que las normas no se le aplican, que se toma la justicia por su propia mano y que decide que el otro bando, la otra corriente, merece ser detenida. El conflicto está servido, dos tendencias dispuestas a batallar por el bien de una sociedad que, sin embargo, sigue pagando las consecuencias de su enfrentamiento como daños colaterales.
No voy a caer en la trampa de identificar cada una de las corrientes. Seguro que todos ustedes son capaces de ver unas y otras reflejadas en estos rasgos y cada uno desde su propia perspectiva. A eso es a lo que pretendo llegar: ninguno tiene la razón, o todos la tienen, si me lo conceden.
No importa la lucha. Lo interesante de la película es la reconciliación para hacer frente a un mal mayor y, aunque en el filme de Snyder este reencuentro está un poco forzado, es una versión simplificada de lo único que puede hacer que dos, que piensan igual, dejen las batallas y comiencen a pensar de manera distinta: nuestra humanidad, nuestros sentimientos hacia los que queremos. En el fondo, estos dos héroes, estas dos tendencias, sólo quieren encajar, sentirse dentro, amados. No importa que tu madre se llame Martha, lo que importa es que tienes una. Y eso nos hace iguales.
Pero la cinta tiene otra lectura implícita: esa mano oculta que lo manipula todo para cumplir su misión. Un Lex Luthor que representa el poder, el dinero, esa entidad también abstracta que dirige nuestras vidas, convirtiéndose en un monstruo casi indestructible al final (Doomsday en el film). El mensaje de la película es claro: sólo unidos prevaleceremos. Si nos perdemos en trifulcas absurdas sobre la identidad del contrario estamos perdidos. No importa si nos consideramos luminosos u oscuros. Hay males mayores a los que hacer frente.
Un último apunte: en la cinta, Wonder Woman se une al dúo de héroes. La amazona, Diana, proviene de la antigüedad, es una representación de nuestra historia, de nuestros errores del pasado, que están siempre velando por que no volvamos a cometerlos. Apoyados, por tanto, en nuestro pasado y en la unión de lo que somos, lograremos derrocar al monstruo invulnerable que pretende dominar nuestras vidas. Sólo espero que, a diferencia de la película, no tengamos que lamentar ninguna baja.