Cuántas veces he escuchado: “los amigos se pueden contar con los dedos de las manos”. Pues sí, es cierto porque la amistad no se regala, la amistad se demuestra con el tiempo, la amistad es aquella que dura todas las estaciones del año; ese es el verdadero amigo, tu otra mitad.
Esa persona especial puede estar en tu vida desde siempre, con sentimientos arraigados en tu niñez; o puedes haberla conocido varios meses atrás y lo que te transmite es tan importante que sabes que estará a tu lado toda tu vida.
¿Destino, casualidad, Dios? Pues no lo sé, pero esa persona que te apoya, que llora riendo contigo, que vuestras miradas entienden todo cuando otros no pueden comprender vuestras palabras, que comparte lo bueno y lo malo; esa persona debe estar en tu camino de la vida, donde podáis evolucionar, soñar con el futuro, planear y equivocarse también.
Para que exista amistad no es necesario un lazo de sangre ni que un contrato formal sea celebrado. La amistad es un vínculo frágil en el que las partes asumen un compromiso tácito en el que el respeto y la confianza son la sutil estructura sobre la que se construye un sentimiento.
Seguramente sabrás diferenciar los distintos tipos de “amistad”. Están los “amigos de fines de semanas”, aquellos que te invitan a una copa, disfrutan contigo en una buena fiesta al son de Juan Magán pero llega el lunes y no sabes nada de ellos hasta el siguiente fin de semana. Después están los “ciberamigos”, esos conocidos del mundo virtual con quienes puedes tener conversaciones fluidas pero que a causa del distanciamiento no tienes oportunidad de coincidir. Por último, aunque hay más tipos, está el buen amigo, que te dice la verdad, sí, esa que quizás a veces te molesta oír, pero que te ayuda a aceptar la realidad.
Con el tiempo, inevitablemente, esos buenos amigos pueden tomar caminos distintos, en busca de sus propios sueños o en ocasiones, por eventos desafortunados y aunque pasen años distanciados seguirán siendo los mismos, a una sola llamada de teléfono, porque ese afecto no se marchita sin más. La amistad es un hilo sutil e indestructible que atraviesa la vida y todos sus cambios.
Los amigos son la familia que elegimos porque confiamos en ellos, nos escuchan y comprenden como somos, sin más, sin querer cambiar nuestra forma de ser y actuar. No importa la cantidad de tiempo que pasemos con cada amigo, sino la calidad del tiempo que vivimos con cada persona, que un día cualquiera a las tres de la tarde te acuerdes de ese momento inolvidable que viviste en verano, que estés con tus amigos en una terraza de un bar y tengas una conversación de anécdotas pasadas sin venir a cuento, de esas que duran toda la tarde, pasándose las horas en segundos…
Dice un refrán que “el agradecimiento es el más efímero de los sentimientos humanos” y con frecuencia parece tener razón, demos entonces nosotros el primer paso, la gratitud es propia de los verdaderos amigos. Nosotros debemos agradecerle su tiempo, los buenos ratos que nos hace pasar, su ayuda cuando nos sentimos mal.
Gracias amig@s
Alejandro Álvarez
