Cuántas veces hemos escuchado: ¿De qué estamos hechos? La mayoría respondería que de un 90% de agua. Es correcta esta afirmación pero también estamos formados de: colorantes E415, conservantes, edulcorante, sorbato de potasio, aspartame… En definitiva, de porquerías.
Vivimos en una sociedad de grandes industrias que miran más por sus bolsillos que por la salud de las personas, más cantidad que calidad. Las pequeñas y medianas empresas, que cuentan con productos de calidad, no pueden competir con esas faraónicas cadenas de alimentación.
Creo que nos damos cuenta de la situación en la que vivimos pero miramos hacia otro lado, el lado más económico, aunque esté en juego nuestra salud.
¿Cómo es posible que en un restaurante de comida rápida te ofrezcan una deliciosa hamburguesa por el módico precio de un euro? ¡Estamos locos! Si al cliente le cuesta un euro, ¿cuánto creéis que vale la materia prima? Este asunto es muy grave y perjudicamos a los pequeños visitando estos restaurantes como si fuera un premio.
Otro de los problemas es el azúcar, se dice que es más adictiva que la propia cocaína. Realmente el azúcar es necesaria para vivir pero parece que no sabemos ni lo perjudicial que puede llegar a ser en grandes cantidades, como esos refrescos explosivos que hacen “volar” y cuando se mezclan con alcohol…
Estamos en una sociedad en la que no leemos los ingredientes de los productos que comemos. Concretamente esta semana compré Croissants en un gran supermercado y cuál fue mi sorpresa que en los ingredientes incluía: “Puede contener trazas de pescado”. Vergonzoso. Ya que hablamos de dulces, hoy en día lo que predomina es la bollería industrial, nada que ver con esos dulces artesanales de la confitería de barrio o ese pan de pueblo tan característico. Es sensato que hay que innovar y estar actualizados pero siempre con la misma o mayor calidad.
También hace unos meses pude ver dos vídeos que me sorprendieron. Siempre he escuchado que del cerdo se aprovecha todo, estoy de acuerdo, hasta las chucherías que comen nuestros niños tienen gelatina derivada de grasa de cerdo, y mejor no hablar de la cómo se hacen las salchichas y el fiambre.
Tantas porquerías comemos que hay todo tipo de enfermedades, desde cáncer hasta problemas con el colon irritable pasando por fallos renales, intolerancia a la lactosa o al gluten. Esperemos que el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión, conocido como TTIP, no se ratifique porque este acuerdo entre Estados Unidos y Europa ocasionará la pérdida de muchos derechos alimentarios, permitiendo supuestamente los pollos clorados, los transgénicos o la carne de vacuno hormonada.
Sinceramente si seguimos así nos convertiremos en una sociedad enferma que no vivirá como nuestros abuelos y lo único que nos salvaría son los grandes adelantos en nuestra sanidad.
Come sano, come bien.
Alejandro Álvarez